-Deben entenderme
-Expliquesé.
-No se hagan los modestos. No me pidan que les acaricie los
oídos con lo que saben perfectamente. Los únicos que otorgan patentes de
genialidad son ustedes, los franceses.
-Oui, Monsieur, pero díganos, aunque algunas de sus últimas
películas son...hem…complètement déplaisant todo el mundo reconoce su obra.
¿Por qué, además, quiere que le demos patente de genio?
-Por que lo soy. Soy un genio, atrévanse a decirlo sin
reparos. El verdadero continuador de Merimee y Bizet, aunque moderno y en
tecnicolor.
-¿Pardon?
-Vamos a ver, señores, a ustedes lo que les gusta es el
tópico español ¿no?
Lo que quieren ver es la España de siempre: oscura,
folklórica y sanguinaria.
Bueno, pues yo les ofrezco eso pero actualizado. Donde había
una gitana divertida, yo les pongo un transexual o una cantante de coplas
ninfómana. Donde había un vengativo cabo de Dragones, yo pongo a un juez de la
Audiencia mariquita o a un obsesivo actor chapero. Donde había un peludo
contrabandista despiadado, yo les pongo un director de cine yonqui y vicioso.
Además todo lo aderezo con una fotografía espectacular, un diseño de vestuario
irresistible y una música como para morirse.
-Hem…
-¿No es suficiente?
-Hem…hem…
-Sean sinceros. No pueden dominar ese sentimiento de superioridad que les
produce tener a unos vecinos tan grotescos, exóticos y atrasados.
-Oui, Monsieur Almodovar es cierto, pero ya no necesitamos
sus películas para ello, con ver las noticias nos basta.
Dr. Krapp
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