jueves, 25 de agosto de 2016

En busca de patente de genio



-Monsieur Almodóvar, usted quiere que le demos patente de genialidad ¿no le llega con la Légion d’honneur?

-Deben entenderme

-Expliquesé.

-No se hagan los modestos. No me pidan que les acaricie los oídos con lo que saben perfectamente. Los únicos que otorgan patentes de genialidad son ustedes, los franceses.

-Oui, Monsieur, pero díganos, aunque algunas de sus últimas películas son...hem…complètement déplaisant todo el mundo reconoce su obra. ¿Por qué, además, quiere que le demos patente de genio?

-Por que lo soy. Soy un genio, atrévanse a decirlo sin reparos. El verdadero continuador de Merimee y Bizet, aunque moderno y en tecnicolor.

-¿Pardon?

-Vamos a ver, señores, a ustedes lo que les gusta es el tópico español ¿no?
Lo que quieren ver es la España de siempre: oscura, folklórica y sanguinaria.
Bueno, pues yo les ofrezco eso pero actualizado. Donde había una gitana divertida, yo les pongo un transexual o una cantante de coplas ninfómana. Donde había un vengativo cabo de Dragones, yo pongo a un juez de la Audiencia mariquita o a un obsesivo actor chapero. Donde había un peludo contrabandista despiadado, yo les pongo un director de cine yonqui y vicioso. Además todo lo aderezo con una fotografía espectacular, un diseño de vestuario irresistible y una música como para morirse.

-Hem…

-¿No es suficiente?

-Hem…hem…

-Sean sinceros. No pueden dominar  ese sentimiento de superioridad que les produce tener a unos vecinos tan grotescos, exóticos y atrasados.

-Oui, Monsieur Almodovar es cierto, pero ya no necesitamos sus películas para ello, con ver las noticias nos basta.

Dr. Krapp



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