domingo, 25 de septiembre de 2016

El científico y sus otros

Un científico descubrió el arte de reproducirse a sí mismo tan perfectamente que resultaba imposible distinguir el original de la reproducción.

Un día se enteró de que andaba buscándole el Ángel de la Muerte, y entonces hizo doce copias de sí mismo.

El ángel no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante sí era el científico, de modo que los dejó a todos en paz y regresó al cielo.

Pero no por mucho tiempo, porque, como era un experto en la naturaleza humana, se le ocurrió una ingeniosa estratagema.

Regresó de nuevo y dijo: "Debe de ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo, sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto".

El científico pegó un salto y gritó: "¡Imposible! ¿Dónde está el defecto?".

"Justamente aquí", respondió el ángel mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo. "Todo lo que hace falta para descubrir al 'ego' es una palabra de adulación o de crítica".




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Sucedió en la ONU

Un ingenioso ejemplo de Oratoria y de Política, ocurrido recientemente
en las Naciones Unidas, y que hizo sonreír a la comunidad mundial
presente.

El representante de Israel ante las Naciones Unidas:

- Antes de empezar mi discurso querría contarles algo sobre Moisés:
Cuando Moisés golpeó la roca y de ella salió agua, pensó “qué buena
oportunidad para darme un baño”.
Se quitó la ropa, la dejó junto a la roca y entró al agua. Cuando
acabó su baño y quiso vestirse, su ropa no estaba allí. Se la habían
robado los palestinos.

El representante de Palestina saltó furioso y dijo:

- ¡Qué dice! ¡Si los Palestinos no estaban allí entonces!

El representante de Israel sonrió y dijo:

- Muy bien… y ahora que ha quedado claro quienes llegamos primero a
este territorio y quienes fueron sus invasores, comenzaré mi
discurso.




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